Literatura española
viernes, 28 de julio de 2017
Vanguardias - Generación del 27
La bomba increíble (1950): prosa narrativa.
1) Cántico: poesía pura, optimista, intelectual, abstracta, pone de manifiesto el entusiasmo del poeta ante la contemplación de la armonía y la belleza del planeta. Abundan las oraciones nominales y las frases exclamativas e interrogativas, que condensan la expresión.
2) Clamor: Ya no canta las maravillas del universo. aparecen el dolor, el desorden, la angustia; el paso del tiempo lo llena de zozobra. El estilo sigue siendo el mismo en sustancia.
3) Homenaje (1967): habla de diversas figuras del arte y las letras de todos los tiempos.
Luego, buscará expresar sentimientos más personales. Frente al verso libre de antaño, usará estrofas clásicas, en especial sonetos, romances y décimas.
Un libro crucial, Versos humanos (1925). En él hallamos poemas de amor, reflexiones personales, poemas de amor, nuevos cantos a Soria... Cultiva también una veta menos frecuente en el grupo del 27: la poesía religiosa (Viacrucis, Versos divinos).
Alondra de verdad (1941), Busca crear una poesía “directa, concreta, siempre vivida y elaborada. Se destaca el espléndido soneto amoroso Insomnio.
En su etapa final, aborda el tema taurino: La suerte o la muerte. Poema del toreo (1963)
Pertenece a la generación del 27, pero se da la circunstancia de que su obra cumbre Hijos de la ira, que constituye una auténtica revolución y marca la trayectoria de la poesía española moderna, aparece en plena posguerra.
Poemillas de la ciudad (1921), sencillez, riqueza en el lenguaje y las imágenes.
Hijos de la ira: angustia existencial, su asco, poesía solemne que contrasta con el mundo degradado del que habla. Le agobia la injusticia y la frustración de ser hombre.
"Un dramático sarcasmo late en todo el poemario. En medio de tanto horror, la búsqueda de Dios es la única esperanza para la criatura humana. Estos versos respiran una honda y agónica religiosidad, común a otras obras del autor."
Su obra discurre dentro de los cauces del Surrealismo. Abundan las imágenes oníricas e irracionales.
Ámbito (1928): dominado por el panteísmo, el anhelo de fundirse con el universo, de integrarse en la naturaleza y recuperar el paraíso perdido.
Con el paso del tiempo, Aleixandre halla cierto alivio a sus males en la solidaridad con los demás hombres, que comparten sus mismas angustias. La expresión se hace más clara, en un intento de comunicarse, fundirse con todos sus hermanos: Historia del corazón (1954), Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974).
Fue uno de los mejores intérpretes del sentimiento español, humano, que supo transmitir intensamente en su poesía.
Sin abandonar el surrealismo, empieza a escribir una poesía de tono intimista, cuyo modelo supremo es Bécquer. Expresa su desencanto y la apetencia de la muerte como única forma de liberación: Donde habite el olvido (1934), título tomado del autor de las Rimas, Invocaciones a las gracias del mundo, compuesto en 1934-1935...
Tras la guerra, sus frustraciones personales se ven agravadas por el fracaso de la causa que había defendido. Los libros más destacados son Como quien espera el alba (1941-1944), Vivir sin estar viviendo (1944-1949), Con las horas contadas (1950-1956) y, sobre todo, Desolación de la quimera (1956-1962). En este último Cernuda, que se sabe próximo a la muerte, muestra su más radical rebeldía.
Explora la poesía neopopular. Luego, como todos sus compañeros de grupo, Alberti se deja seducir por el arte de Góngora. Empieza a escribir una poesía barroca, de compleja elaboración, influida también por las Vanguardias: Cal y canto (1929).
Después se acerca al Surrealismo y el verso libre como forma de expresión Sobre los ángeles (1929). A través de estos espíritus simboliza la lucha que se da en el interior del hombre entre las fuerzas del bien y del mal. Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), en homenaje a los grandes cómicos del cine mudo, muestra la vertiente lúdica y disparatada del Surrealismo.
Empieza luego a escribir una poesía política comprometida, concebida como arma de combate. Abandona las oscuridades estilísticas para volver a su primitiva sencillez. Títulos fundamentales son El poeta en la calle, escrito entre 1931 y 1935, De un momento a otro, de 1934-38...
La experiencia amarga del exilio conforma muchas de sus creaciones, como Entre el clavel y la espada (1941). Canta su dolor y el de su patria. El mejor libro de esta serie es Retornos de lo vivo lejano (1952), de carácter evocativo.
* Segunda etapa: Surrealista. Destacan La voz cautiva, Andando, andando por el mundo. Coincide con un período de crisis. Son libros violentos y pesimistas y en ellos hay ya muestras de sus preocupaciones sociales.
* Tercera etapa: Bastante breve, de poesía política. Destacan Cancionero menor para los combatientes y, sobre todo, Llanto en la sangre, con poemas sobre la revolución minera o sobre la guerra civil.
* En el exilio vuelve Prados a encerrarse en su intimidad y a ahondar en problemas existenciales y hasta metafísicos, como en sus comienzos. Destacan Jardín cerrado, Mínima muerte, Río natural... La nostalgia de la tierra es evidente en estos poemas.
García Lorca era, según el testimonio de quienes lo conocieron, una persona con “duende”, simpático y extravertido, animador de fiestas y reuniones. Sin embargo, sus versos y, sobre todo, su teatro, revelan la existencia de conflictos íntimos.
La lírica de Lorca es una felicísima mezcla de poesía popular y renovación. Los temas y ritmos tradicionales conviven con imágenes atrevidas y sugerentes de cuño vanguardista. Sus versos nos transportan a un mundo dominado por misteriosas fuerzas atávicas, instintos ancestrales, viejos motivos de raíz popular y religiosa que adquieren una proyección mítica. Su visión de Andalucía trasciende el localismo costumbrista para convertirla en un escenario mágico y simbólico. El universo poético de Lorca, presidido por la muerte, que acecha a cada paso, es trágico y violento. Las pasiones se desencadenan con intensidad y abocan al individuo a un destino fatal. El amor y el sexo se presentan como un impulso dionisíaco al que no cabe resistirse, una fuerza vital que se entrelaza inevitablemente con la muerte.
Suelen distinguirse dos fases en la adhesión de García Lorca a la corriente surrealista: primero es algo vago que se circunscribe a la atmósfera onírica de muchos de sus poemas. A partir de Poeta en Nueva York (1929-1930) crece la presencia de los componentes irracionales pero el autor no pierde nunca la conciencia artística; es el suyo un surrealismo instrumental.
Tuvo la virtud de crear un lenguaje poético propio, ya maduro desde sus primeras manifestaciones. Tanto en los poemas como en las piezas dramáticas se repiten imágenes que deben interpretarse a la luz de su particular código simbólico. Así, la luna y el color verde representan la muerte, a la que se asocia también lo metálico en sus diversas variantes; hay una presencia obsesiva de objetos punzantes como cuchillos, navajas, puñales... El toro tiene una clara significación trágica y violenta, el caballo encierra connotaciones eróticas.
Lorca se inicia en el cauce de la poesía neopopular. Sus obras tempranas contienen en germen lo que será su mundo poético. Todas las peculiaridades descritas están presentes ya en uno de sus primeros libros: Canciones (1927) y en Poema del cante jondo. Es un tributo al folclore andaluz, que tan profundamente conocía y amaba. A través de esos ritmos populares (siguiriyas, soleares, saetas...) intenta expresar el dolor de su tierra.
La fusión de imágenes surreales con la vena popular logra sus mejores momentos en Romancero gitano (1928). Los 18 romances que lo integran nos ofrecen sendos cuadros de ese mundo mítico. El poeta se ocupa de una raza marginada y manifiesta sus simpatías hacia ella; toma partido frente a la represión institucionalizada que representa la guardia civil. Pero también le interesan las posibilidades estéticas del tema, la exaltación de las pasiones y el halo de misterio que rodea a esos seres. Intenta fundir el romance narrativo y el lírico, a los que incorpora a veces una técnica dramática. Recrea y estiliza los elementos que le brinda la tradición y forja una obra de dimensiones cósmicas, cargada de símbolos, que trasciende el marco localista sin renunciar a la anécdota vital.
A raíz de una crisis íntima, Lorca viaja a EEUU. El resultado es Poeta en Nueva York (1929-1930), denuncia de una sociedad materialista que oprime al débil y margina al negro; trabajará en esta obra hasta el final de su vida. Usa el verso libre y se vale de imágenes oníricas, irracionales, para transmitir la angustia que le produce esa ciudad monstruosa e inhumana. Alza su voz contra la técnica que domina al hombre y contra el dinero que destruye a los seres indefensos.
En su etapa final compone más teatro que poesía, pero nos ha dejado magníficos versos. Diván del Tamarit, escrito a partir de 1931, es una colección de 12 “gacelas” y “casidas” con vagas resonancias árabes en la atmósfera y el léxico; tema central de estos versos estremecidos son el amor atormentado y la muerte, dos vivencias inseparables. Seis poemas galegos (1935) es un curioso intento de escribir en una lengua que no conocía bien; estamos ante otra muestra afortunada del neopopularismo lorquiano, en la que refleja, una vez más, su dominio de los ritmos tradicionales. Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935), uno de los mejores cantos elegíacos escritos en español, expresa el dolor por la muerte del torero amigo con violentas imágenes surrealistas. También en 1935 empezó a componer los Sonetos del amor oscuro que sólo conocíamos fragmentariamente hasta 1984. En ellos se somete a la contención de las formas clásicas para dar salida a sus intensas pulsiones eróticas de signo homosexual. El acento doliente y desgarrado de estos poemas contrasta con su construcción manierista, extremadamente perfecta.
Realismo español
Juan Valera
Pepita Jiménez (Fragmento)
Las prendas de su sencillo vestuario estaban algo raídas, pero sin una mancha y saltando de limpias, aunque de tiempo inmemorial se le conocía la misma capa, el mismo chaquetón y los mismos pantalones y chaleco. A veces se interrogaban en balde las gentes unas a otras a ver si alguien le había visto estrenar una prenda.
"Con todos estos defectos, que aquí y en Aras partes muchos consideran virtudes, aunque virtudes exageradas, don Gumersindo tenía excelentes cualidades: era afable, servicial, compasivo, y se desvivía por complacer y ser útil a todo el mundo, aunque le costase trabajo, desvelos y fatiga, con tal de que no le costase un real. Alegre y amigo de chanzas y de burlas, se hallaba en todas las reuniones y fiestas, cuando no eran a escote, y las regocijaba con la amenidad de su trato y con su discreta aunque poco ática conversación. Nunca había tenido inclinación alguna amorosa a una mujer determinada; pero inocentemente, sin malicia, gustaba de todas, y era el viejo más amigo de requebrar a las muchachas y que más las hiciese reír que había en diez leguas a la redonda.
Ya he dicho que era tío de la Pepita. Cuando frisaba en los ochenta años, iba ella a cumplir los diez y seis. ÿl era poderoso; ella pobre y desvalida.
La madre de ella era una mujer vulgar, de cortas luces y de instintos groseros. Adoraba a su hija, pero continuamente y con honda amargura se lamentaba de los sacrificios que por ella hacía, de las privaciones que sufría y de la desconsolada vejez y triste muerte que iba a tener en medio de tanta pobreza. Tenía, además, un hijo mayor que Pepita, que había sido gran calavera en el lugar, jugador y pendenciero, a quien después de muchos disgustos había logrado colocar en la Habana en un empleíllo de mala muerte, viéndose así libre de él y con el charco de por medio. Sin embargo, a los pocos años de estar en la Habana el muchacho, su mala conducta hizo que le dejaran cesante, y asaetaba a cartas a su madre pidiéndole dinero. La madre, que apenas tenía para sí y para Pepita, se desesperaba, rabiaba, maldecía de sí y de su destino con paciencia poco evangélica, y cifraba toda su esperanza en una buena colocación para su hija que la sacase de apuros.
En tan angustiosa situación empezó don Gumersindo a frecuentar la casa de Pepita y de su madre y a requebrar a Pepita con más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras.
Era, con todo, tan inverosímil y tan desatinado el suponer que un hombre que había pasado ochenta años sin querer casarse pensase en tal locura cuando ya tenía un pie en el sepulcro, que ni la madre de Pepita, ni Pepita mucho menos, sospecharon jamás los en verdad atrevidos pensamientos de don Gumersindo. Así es que un día ambas se quedaron atónitas y pasmadas cuando, después de varios requiebros, entre burlas y veras, don Gumersindo soltó con la mayor formalidad y a boca de jarro la siguiente categórica pregunta:
-Muchacha, ¿quieres casarte conmigo?"
Benito Pérez Galdós
Día de reyes
"6, día de los Santos Reyes.- ¡Oh, qué visión divina me trajeron los Magos de Oriente!… Pasó el tiempo en que mi buena madre dejaba en el balcón mi zapato para que Gaspar, Melchor y el negro Baltasar me pusieran en él soldados o cañoncitos, que colmaban mis inocentes ambiciones. Anoche, sin aventurar zapato ni chinela, los Reyes fueron para mí más que nunca propicios y dadivosos, porque apenas abrí hoy la ventana por donde suelo contemplar la huerta de esta casa y la de la casa medianera, separadas por vieja tapia, vi una figura, imagen, persona, que al pronto me pareció ángel, después mujer. Verla y pensar que había encontrado mi novia definitiva, el ideal de amor, fueron dos facetas de un solo momento, iluminadas por un solo relámpago… Cuando absorto clavé mis ojos en la hermosa visión, esta me miró a mí… Pasado un segundo, dos quizás, la imagen se desvaneció tras de un ciprés… Esperé un rato; no la vi más. Yo miraba al ciprés y le decía: “ciprés amigo, apártate un poco; déjame ver si…”
"Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y oscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida sobre la frente; sobre ella, pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas. Con este pergeño y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesta de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Le faltaban sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podía creerse que hacía las veces de ésta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo."
El realismo con Marcelo
Neoclasicismo en España
«Oye, Júpiter sumo, mis querellas,
Y haz, disparando rayos y centellas,
Que muera este animal vil y tirano,
Plaga fatal para el linaje humano;
Y si vos no lo hacéis, Hércules sea
Quien acabe con él y su ralea.»
Este es un Hombre que a los dioses clama,
Porque una Pulga le picó en la cama;
Y es justo, ya que el pobre se fatiga,
Que de Júpiter y Hércules consiga,
De éste, que viva despulgando sayos;
De aquél, matando pulgas con sus rayos.
Tenemos en el cielo los mortales
Recurso en las desdichas y en los males,
Mas se suele abusar frecuentemente
Por lograr un antojo impertinente.
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿qué sucedió? que muerta la Gallina,
perdió su huevo de oro y no halló la mina.
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones.
Romanticismo
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así no te querrán!
Leyendas
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
En los ecos
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única.
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
sin encontrarte nunca.
💜💜💜💜